¡FHC NUNCA MÁS!

Con Fernando Henrique Cardoso (FHC) Brasil sustituyó definitivamente el objetivo del crecimiento económico por lo de la estabilidad monetaria –como prescribía el FMI y Malan y FHC acataban. Como resultado, el discurso de que el Estado "gasta mucho y gasta mal" resultó en la multiplicación por 11 del déficit público, con la inflación siendo transferida para ese déficit, dejando al Estado en situación de bancarrota. En sus dos mandatos –recordemos que FHC compró votos para cambiar la Constitución durante su mandato para conseguir la reelección, tal como lo hicieron Menem y Fujimori–, FHC quebró el país tres veces, teniendo que apelar en las tres ocasiones al FMI. En la tercera vez, la tasa de interés fue elevada a un 49% (sic).
FHC terminó su mandato rechazado por el pueblo brasileño. Su candidato fue derrotado y él pasó a ser el eventual candidato a la presidencia con el mayor grado de rechazo. Salió del gobierno con la inflación controlada, pero con el patrimonio público dilapidado –en el mayor caso de corrupción de la historia brasileña, el caso de las privatizaciones, que ni siquiera fue objeto de escrutinio de las CPI (Comisiones Parlamentarias de Investigación) del Congreso–, con las finanzas públicas arrasadas, con la economía estancada y debilitada. Salió como el presidente que había gobernado para los ricos, como el presidente de los ricos.
Desde el lujoso complejo financiado por el gran empresariado paulista, donde instaló su fundación –caricatura de la caricatura de la que tiene Bill Clinton–, FHC pasó a hacer oír la voz del gran capital brasileño –en verdad, paulista, de la Avenida Paulista–, multiplicado por el rencor de la derrota de 2002, del éxito internacional de la política exterior de Lula. No se contuvo en su papel de ex-presidente y pasó a intervenir en la política cotidiana. No se dio cuenta que el tiempo había pasado, que su imagen se había degradado, creyó que aún podía contar con la aureola de intelectual que pontifica sobre todo.
Está reducido a un viejo político derrotado –junto a ACM, Tasso Jereissati, la Bornhausen–, que formaron parte de la base fundamental de apoyo de sus desastrados 8 años de gobierno. Ocho años desastrados para Brasil, en el peor gobierno que el país ya tuvo.
Sin embargo, nadie cree que FHC se retire a su privacidad. ¿Qué haría entonces? Su narcisismo no esperó para publicar sus "memorias" –de auto-exaltación y desprecio por la realidad. ¿Qué haría ahora? Su vanidad, la nostalgia de cuando aparecía en el periódico para decir cualquier tontería y tenía espacio, lo impulsa a un futuro peligroso. Su imagen se va a degradar cada vez más. La situación de tucanos (miembros del PSDB) que no se atreven a defender a su gobierno en la campaña electoral prenuncia lo que espera FHC de aquí en adelante.
El pueblo ya dio su veredicto. Cada vez que FHC hablaba, la adhesión a Lula aumentaba. (A punto de pensarse en la posibilidad de ceder algunos minutos en el programa televisivo de Lula a FHC, como reconocimiento y palanca para aumentar aún más la ventaja de Lula.) FHC nunca más. Nunca más un intelectual que pretende dictar su verdad al pueblo del alto de su supuesta sabiduría, engañando, mintiendo, difundiendo falsedades (como "La globalización es el nuevo Renacimiento de la humanidad" o "Hay 12 millones de brasileños sin posibilidad de empleo", entre tantas otras).
FHC nunca más, nunca más ricos gobernando en nombre de los ricos, con falsas promesas para los pobres. Nunca más un gobierno vasallo de los EUA. Nunca más un gobierno que criminaliza los movimientos sociales. Nunca más un gobierno que desmantela el patrimonio público por la privatización de empresas estatales. Nunca más un gobierno que promociona la educación privada en detrimento de la educación pública, que promueve la mercantilización de la cultura. Nunca más FHC. Nunca más tucanos-pefelistas. Nunca más gobiernos que concentran aún más la renta en Brasil, que venden Amazonia para ser vigilada por las raposas del Imperio.